No se habla mucho del sexo durante el embarazo, ni siquiera entre amigas
íntimas que lo comparten todo con pelos y señales en otras
circunstancias. Como mucho te enteras de si siguen teniendo ganas, de si
se les desvanecen, de si físicamente ya no se sienten deseables o
cómodas o de si el cuerpo les sigue pidiendo guerra y la barriga es sólo
un escollo a salvar, literalmente.
Saber qué opinan ellos es aún más difícil. Lo más que llegas a saber normalmente es si para ellos la cosa va de cumplir el débito conyugal con un ánimo parecido al de los soldados franceses marchando hacia Rusia por orden del Napoleón o si realmente le encuentran el puntillo a la barriga, que de todo hay, una vez superado el miedo inicial de dañar a mujer o futuro vástago (que no chicos, que aquello no es tan grande por mucho que os duela pensarlo, no os preocupéis).
En esa fase final estás deseando que llegue de una maldita vez una cosa como el parto, imaginad lo pesados que pueden ser esos días finales para que queramos ver venir algo así. Que no es la ilusión por verle la carita a tu bebé, no. Son las ganas de soltar lastre. Y para lograr que el bebé decida ponerse a salir y ahorrarnos un parto inducido, nada mejor que los paseos y el sexo siempre que no haya contraindicaciones médicas.
Se considera que el acto sexual funciona de dos maneras. Puede estimular la producción de una hormona llamada oxitocina la hormona de las contracciones y esto puede aumentar la frecuencia de las contracciones Braxton-Hicks o de práctica. Además, el semen contiene unas sustancias llamadas prostaglandinas, que pueden ayudar a madurar o afinar el cuello del útero, para que esté listo a dilatarse cuando comiencen las contracciones del parto.
A vosotros no sé, pero a tí que la barriga te empiece en la espalda y el culo en el cogote pues como que no te mola, y a tu marido, aunque diga que estás guapísima (sabe que la salud de sus pelotas depende de ello) estás segura de que le cuesta.
Porque no tiene que ser fácil para el empotrador alfa de la casa llegar al que ha sido durante años vuestro lecho de lujuria y pasión y encontrarse un ballenato varado entre las sábanas y los cojines reclamando lo suyo y lo de su prima, que se lo tiene que follar, ojo. Y sin rechistar que aquí aunque tengáis dos pimpollos polizontes, en el lecho de amor se retoza sí o sí. Pero va a ser que no es lo mismo…
No es lo mismo que te quiten unas mini braguitas sexys entre susurros al oído a que le pidas clemencia a tu marido para que te baje la carpa de circo que llevas por bragas porque si lo haces tú se te corta el riego sanguíneo al cerebro al agacharte.
Tampoco es lo mismo ir pulcramente depilada a ir intuir que vas en modo savage porque no ves nada más allá del ombligo desde hace 2 meses y en tu última visita a la esteticién, ésta se negó a acercarse la zona cero para evitarte infecciones. Por suerte desciendes de los elfos imberbes de las costas del norte y te han confirmado que no se te ha convertido eso en una rata peluda.
En esa fase final estás deseando que llegue de una maldita vez una cosa como el parto, imaginad lo pesados que pueden ser esos días finales para que queramos ver venir algo así. Que no es la ilusión por verle la carita a tu bebé, no. Son las ganas de soltar lastre. Y para lograr que el bebé decida ponerse a salir y ahorrarnos un parto inducido, nada mejor que los paseos y el sexo siempre que no haya contraindicaciones médicas.
Se considera que el acto sexual funciona de dos maneras. Puede estimular la producción de una hormona llamada oxitocina la hormona de las contracciones y esto puede aumentar la frecuencia de las contracciones Braxton-Hicks o de práctica. Además, el semen contiene unas sustancias llamadas prostaglandinas, que pueden ayudar a madurar o afinar el cuello del útero, para que esté listo a dilatarse cuando comiencen las contracciones del parto.
A vosotros no sé, pero a tí que la barriga te empiece en la espalda y el culo en el cogote pues como que no te mola, y a tu marido, aunque diga que estás guapísima (sabe que la salud de sus pelotas depende de ello) estás segura de que le cuesta.
Porque no tiene que ser fácil para el empotrador alfa de la casa llegar al que ha sido durante años vuestro lecho de lujuria y pasión y encontrarse un ballenato varado entre las sábanas y los cojines reclamando lo suyo y lo de su prima, que se lo tiene que follar, ojo. Y sin rechistar que aquí aunque tengáis dos pimpollos polizontes, en el lecho de amor se retoza sí o sí. Pero va a ser que no es lo mismo…
No es lo mismo que te quiten unas mini braguitas sexys entre susurros al oído a que le pidas clemencia a tu marido para que te baje la carpa de circo que llevas por bragas porque si lo haces tú se te corta el riego sanguíneo al cerebro al agacharte.
Tampoco es lo mismo ir pulcramente depilada a ir intuir que vas en modo savage porque no ves nada más allá del ombligo desde hace 2 meses y en tu última visita a la esteticién, ésta se negó a acercarse la zona cero para evitarte infecciones. Por suerte desciendes de los elfos imberbes de las costas del norte y te han confirmado que no se te ha convertido eso en una rata peluda.
En fin, que desnudarse con este planeta con campo gravitatorio propio alrededor de tu cintura es de todo menos sexy. Pero cuando te pones lo consigues, y te quedas en bolas. En realidad toda tú eres una bola con dos patitas de pollo. Y entonces empieza el show.
“No no, así no, mejor yo encima, a ver…Uy ¿y ese color azulón en la cara? A ver si va a ser que peso demasiado… Mejor me bajo. De lado, ya verás que rico…mmmpppfff…..ya estoy…espera, ay levanta me has pillado el pelo….ahora… pásame ese cojín, no ese no, el gris que es más blandito, sí ese, trae, ahá…bajo la barriga….cojonudo nos hemos puesto del lado del gemelo pateador y no le está haciendo puta gracia…¿te importa que nos pongamos del otro lado? es que si no entre tus embestidas y sus patadas pues como que no me centro… Vale, a ver ahora…el cojín espera… ahá… vale… ¿estás?…Ay.. se me duerme el brazo de abajo…espera lo saco…jo…ahora no sé cómo ponerlo, es igual aquí…venga va dame lo mío…gñgñgñg… ¡¡AHHHHHHHHHHH!!!…¡¡Diosssmecagüensanblassss!… Me acaba de dar la madre de todos los calambres en el gemelo derecho, no ese gemelo el otro, el de la pierna…quita, quita…ayyyyyy………”
“Vale, creo que ahora ya está. Ven aquí que por mis cojones hoy nos corremos, aunque sea a ostias pero nos corremos. Venga ponte que ya estoy…”
Muy romántico todo..
Os podéis imaginar el desenlace: jadeos, calambres, orgasmos, contracciones del Bosón de Higgs y patadas de los pimpollos, un circo de tres pistas amenizado por la llamada de la selva de Jomío desde la otra punta de la casa.
Si cuando dices que tu marido es hombredepacienciainfinita no es un decir, es una realidad porque tu marido aunque estés en modo ballenato nimfómano se esmera por darte placer aún sabiendo que se trata de un deporte de riesgo para su líbido e integridad física y nerviosa.