¿Qué fue antes, el huevo o la gallina? Cada vez que se intenta
analizar la relación del sexo femenino con la pornografía surge la misma
pregunta: ¿no consumen esta clase de productos eróticos porque no les
gustan tal y como están diseñados o, por el contrario, están pensados
para un público exclusivamente masculino porque a las mujeres, simple y llanamente, no les excita el porno?
Durante las últimas décadas ha tomado fuerza la teoría de que, si las mujeres
no consumen material erótico, es porque suele presentar a las mujeres
como objetos sometidos al deseo masculino. A partir de esa idea, surgieron alternativas como el postporno, que intentó
producir una pornografía más igualitaria en la que el sexo era
representado de forma positiva y en la que las relaciones habituales de
sumisión desaparecían por completo.
Sin embargo, como pone de manifiesto el profesor de neurociencia Ogi Ogas en un artículo publicado, este movimiento no superó lo minoritario. El porcentaje de mujeres que consumen estas alternativas era muy bajo, sobre todo, en comparación con el número
total de mujeres que ven pornografía. Estas páginas –como es el caso de
sssh.com ó forthegirls.com– recibían apenas un 1% del tráfico total de
pornografía, mientras el porcentaje de mujeres que veían contenidos
eróticos no creados específicamente para ellas seguía siendo mucho
mayor.
¿Cuántas mujeres ven porno?
Ogas recoge unas cuantas estadísticas sobre el consumo de esta clase de vídeos por parte de las mujeres y, según su estimación, tan sólo una de cada cuatro lo hace.
La investigación realizada por Nielsen en 2003 estableció el porcentaje
de usuarias en el 27%, una cifra semejante a la presentada por Hitwise
en 2007. PornHub, una de las páginas más importantes de pornografía, databa entre 25 y 35% la cantidad de sus seguidoras femeninas.
La diferencia quizá
se encuentre en el objetivo que persigue el consumo de este material.
Mientras que para los hombres este es un acto más solitario y
masturbatorio (¿qué va a ser si no?), las mujeres han comenzado a
apreciarlo gracias a su pareja. Ian Kerner, consejero sexual y colaborador de The New York Times sugiere la posibilidad de que en muchos casos, el porno sirve como una herramienta para favorecer la excitación, un prolegómeno al encuentro sexual, una forma de aprender nuevas técnicas o una manera de satisfacer la curiosidad.
Kerner
destaca una diferencia esencial entre hombres y mujeres en el consumo
de la pornografía. Según el autor, los hombres se lanzan a ver vídeos
subidos de tono sin ninguna clase de premeditación. Una
cosa lleva a la otra, vaya, y el aburrimiento puede conducir al
internauta a una página porno. Por el contrario, la sexualidad femenina
impide que un simple estímulo ocasional –como ver la imagen de un hombre
atractivo sin camiseta– despierte instantáneamente el deseo de relajar
la tensión sexual mediante la masturbación.
Se trata, argumenta el autor de She Comes First: the Thinking Man’s Guide to Pleasuring a Woman (William
Morrow), de la consecuencia de la programación sexual masculina, en la
cual lo visual es muy potente, conduce a la excitación sexual y ello a
la masturbación. Un proceso acelerado por la pornografía.
Por el contrario, el seguido por las mujeres es más complejo, por lo
que el mero hecho de visualizar un breve clip de una pareja fornicando
quizá no sea suficiente para que deseen alcanzar el orgasmo en menos de
cinco minutos.
Lo que no les gusta
Resulta complicado trazar unas líneas de aquellas cosas que gustan universalmente a las mujeres cuando se refieren a la pornografía –al igual que sería hacerlo con el hombre–, pero hay quien tiene claro lo que no les gusta. Según Anna Pulley de Alternet, hay tendencias claras en el diseño de la pornografía preferida por las mujeres: nada de eyaculaciones faciales y nada de ser demasiado burdos .
Los hombres sólo reaccionaban si en la imagen que se les presentaba estaba aparecía una mujer desnuda.Las
mujeres parecen preferir una visión más narrativa de la pornografía,
donde la verosimilitud es esencial para la identificación de la
observadora, frente a la tendencia masculina a la idealización. Por
ello, sugiere Pulley, se prefieren las películas con una buena trama.
No se trata de interesarse, como afirma el chiste, por la intriga de la
historia, sino que la narración se convierte en una forma de
identificarse con los personajes de la ficción a la que están
asistiendo. Por el contrario, el hombre es más mecánico, y la mera
representación de un acto sexual ante sus ojos sería suficiente para
excitarlo.
Un estudio realizado en 2008 por la investigadora Meredith Chivers
puso de manifiesto que no hay ningún contenido que, de por sí, no
excitase a las mujeres. Probó con un gran número de cosas (sexo
heterosexual, sexo homosexual, hombres masturbándose, mujeres
masturbándose) y las mujeres respondieron positivamente a todas ellas.
Tan sólo hubo una imagen que se les resistió: la instantánea de un hombre desnudo,
ante la que no mostraron ninguna reacción. Por el contrario, los
hombres sólo reaccionaban si en la imagen que se les presentaba estaba
presente un único estímulo: una mujer desnuda.
Un nuevo (y suculento) mercado
“Las
mujeres que admiten ver porno se sienten culpables de disfrutar del
sexo sin amor y romanticismo y les preocupa ser unas guarras”, recordaba
en una entrevista Clarissa Smith, investigadora y autora de One for the Girls!
(Intellect Books), en el que animaba a las mujeres a disfrutar de la
pornografía. Tan sólo Dinamarca parecía librarse de esa sensación de
culpabilidad y, en el volumen, Smith refrendaba la teoría de la pornografía como herramienta de estimulación al recordar que el doble de mujeres prefieren verla con otra persona que solas.
¿Pelo falso, tetas falsas, gemidos falsos? ¡No, gracias!Como recuerda la actriz Aurora Snow, no hay tanta diferencia entre las preferencias de los hombres y de las mujeres. En realidad, sugiere la protagonista de más de 100 películas pornográficas, una simple inversión de roles bastaría en muchos casos para llamar la atención del público femenino. “Lo menos atractivo del porno son las mujeres”, le explicó en una ocasión una fan a Snow. “¿Pelo falso, tetas falsas, gemidos falsos? ¡No, gracias! ¿Cómo puedo ponerme en su lugar si no me gusta?”
Para la actriz, producir una pornografía que pueda apelar a las mujeres podría solucionar los problemas de una industria
que no pasa por su mejor momento. Lo que parece estar claro, guste o
no, es que no son buenas clientas, quizá precisamente por esa falta de
costumbre histórica. Según puso de manifiesto el libro A Billion Wicked Thoughts (Dutton Adult), escrito por el propio Ogas en colaboración con Sai Gaddam,
aunque hasta una de cada cuatro mujeres admiten disfrutar con el porno.